En el análisis de la situación económica de México, es fundamental reconocer los desafíos y oportunidades perdidas que caracterizan el actual sexenio. A pesar de los esfuerzos gubernamentales, varios indicadores económicos reflejan un panorama que requiere atención inmediata y estrategias renovadas.
Primero, es preocupante que el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante no haya retomado los niveles del 2018, y todo indica que cerraremos el sexenio sin haber recuperado el terreno perdido. Este estancamiento económico afecta directamente el bienestar de la población, reflejando una gestión económica que no ha conseguido reactivar el crecimiento a los niveles esperados.
La informalidad laboral en México supera el 50% de los ocupados, un porcentaje alarmante que evidencia la precariedad laboral y la falta de seguridad social para la mayoría de los trabajadores. Este dato es aún más crítico cuando se considera que solo el 37% de los ocupados están registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), dejando a una gran parte de la población sin acceso a servicios de salud y pensiones.
La inversión fija bruta muestra un crecimiento sustentado en gran medida por las obras públicas impulsadas por esta administración. Sin embargo, este impulso se ve limitado al no capitalizar la oportunidad global del nearshoring. México, a pesar de su posición geográfica privilegiada al compartir frontera con Estados Unidos, no está aprovechando ni siquiera el 10% de este fenómeno, perdiendo una oportunidad de oro para fortalecer su economía.
Mirando hacia el futuro, se prevé un alto déficit presupuestario para 2024, el mayor desde 1988, lo que augura un panorama fiscal desafiante. A esto se suma la problemática situación de Pemex, que continúa siendo un lastre para las finanzas públicas, absorbiendo recursos que podrían destinarse a impulsar otros sectores económicos más productivos y menos contaminantes.
En cuanto a la apreciación del peso, este fenómeno está parcialmente motivado por la especulación, agregando una capa de vulnerabilidad a la economía mexicana ante posibles choques externos. Por otro lado, las remesas siguen alcanzando máximos históricos, lo cual, si bien proporciona un alivio financiero a muchas familias, no debe interpretarse como un logro de la gestión económica del país, sino más bien como el resultado de la necesidad de millones de mexicanos de buscar oportunidades en el extranjero.
Finalmente, un dato alarmante que refleja la fragilidad económica de las familias mexicanas es el crecimiento de la cartera vencida de tarjetas de crédito, que en diciembre alcanzó un incremento del 56%, el máximo en registros. Este aumento no solo refleja las dificultades económicas de la población, sino también la necesidad de impulsar políticas que promuevan el acceso a créditos responsables y educación financiera.
En conclusión, la economía mexicana enfrenta desafíos significativos que requieren un replanteamiento urgente de las políticas económicas. Es crucial aprovechar las oportunidades del nearshoring, mejorar las condiciones laborales y fiscales, y diseñar estrategias que fomenten un crecimiento inclusivo y sostenible. Solo así, podremos aspirar a una economía que beneficie a todos los mexicanos.
X: Manuel Díaz